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La amistad, si buscamos encontramos mil relatos echa de ella.
Y es que desde remoto tiempo, el hombre se agrupo con otras personas, parecidas a el para compartir el echo de vivir, y así se fue gestando lo que hoy conocemos como “amistad”.
Categoría que damos a esas personas, que comparten nuestros mejores días, y aquellos que no son tan buenos, pero están ahí, presentes entendiéndote y conteniéndote...
Con el paso del tiempo, vamos conociendo a diferentes personas, que nos nutren de diversas maneras, algunas son como esas rosa que al crecer nos maravillamos por su hermosura pero que llega un momento, en el que se marchita su belleza.
Otras personas son como un árbol, que cuidamos y regamos todos los días desde pequeño y hoy lo podemos ver grandes, con sus raíces firmes y fuerte en la tierra.
Nos da esa sombra, nos protege de criaturas extrañas, de cuentos de hadas.
Podemos hablar, llorar, reír, amar, odiar, maldecir, ser uno mismo, y a la vez mostrarnos con nuestras mascaras, da igual como, ellos siempre terminan por descubrirnos.
No importa, el momento, el lugar, sabemos, sentimos que contamos con esa persona, que están en los pequeños detalles y en aquellos muy grandes.